La naturaleza es en la Biblia fuente de útiles y gráficas ilustraciones para enseñar lecciones de vida al creyente. Tomemos, por ejemplo, al caballo y al asno. El primero, con todo y sus elogiadas virtudes, es símbolo de la hostilidad y el orgullo autosuficiente y ostentoso de los incrédulos en general y de un significativo número de creyentes. La caballería generaba una engañosa confianza entre los reyes de la antigüedad. Por eso la dependencia y confianza del creyente debe tener siempre a Dios como término, recordando que: “se alista el caballo para el día de la batalla, pero la victoria depende del Señor” (Proverbios 21:31). El asno por su parte, contrario a su devaluada imagen popular, es reivindicado de muchas formas en las Escrituras, entre las cuales está el servicio que un asno le prestó al Señor en los días previos a su muerte. La entrada triunfal de Cristo a Jerusalén el domingo de Ramos fue en un asno, en notorio contraste y contravía con lo establecido y acostumbrado por los gobernantes de la época, marcando así distancias con ellos. El asno es, pues, un símbolo del servicio humilde y dócil a Dios que, como el de Cristo, debe caracterizar al creyente. Así, antes de que Dios nos “tumbe del caballo” como a Pablo, debemos bajarnos nosotros mismo de él y ofrecerle nuestros lomos como honrosos asnos de carga para su causa. Porque ser la cabalgadura de Dios es la honra más grande a la que deberíamos aspirar en este mundo. Por eso: “No seas como el mulo o el caballo, que no tienen discernimiento, y cuyo brío hay que domar con brida y freno, para acercarlos a ti.»” (Salmo 32:9)
Altivos caballos o humildes asnos
“Si hemos de ser bestias, es preferible ser dócil burro de carga al que Cristo pueda conducir que caballo desbocado y sin control”
Gracias pastor por este análisis que nos permite bajarnos del orgullo que tenemos en ciertas áreas de nuestra vida.
Bendiciones