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Adversidades, no desgracias

“Dios concede su gracia de tal modo aún en medio de la adversidad que ni siquiera la adversidad es una desgracia para el creyente”

La adversidad puede adquirir diferentes grados o matices, desde las leves molestias pasajeras del día a día, hasta las tragedias fatales e irreversibles, pasando por las calamidades que, sin tener la gravedad de las tragedias, eventualmente nos sobrevienen y también nos causan dolores y sinsabores. Y en este mundo caído ni siquiera los creyentes estamos exentos de ellas, así estadísticamente y gracias a nuestro estilo de vida sano y agradable a Dios seamos mucho menos propensos a ellas que los no creyentes. Eso sin mencionar que los creyentes estamos expuestos permanentemente a un tipo de adversidad que no afecta al no creyente: la persecución velada o abierta por parte del mundo debido a nuestra fe y nuestras consecuentes lealtades para con Dios. Sea como fuere y al margen de que la adversidad se presente en forma de molestia, calamidad, tragedia o persecución de cualquier tipo, los creyentes, a diferencia de los no creyentes, nunca tienen que afrontar verdaderas desgracias, pues aún en el peor de los casos, los creyentes nunca carecen de la gracia de Dios que los sostiene incluso en las adversidades más difíciles. Porque las verdaderas desgracias son las adversidades que nos sorprenden sin contar con la presencia de Dios con nosotros, algo que no tiene por qué sucederle al creyente que actúa en obediencia a Dios y de conformidad con su esperanzadora exhortación: “Sean fuertes y valientes. No teman ni se asusten ante esas naciones, pues el Señor su Dios siempre los acompañará; nunca los dejará ni los abandonará.»” (Deuteronomio 31:6)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Estoy casado con Deisy y tengo dos hijos: Mateo y María José. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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