Los “avivamientos” tan malentendidos en las iglesias pentecostales de hoy que los equiparan y reducen a la presencia en ellas de experiencias extáticas intensamente emocionales en las debe hablarse en lenguas, presuntos o auténticos milagros de sanidad y prosperidad económica para todos sus miembros; son no obstante un anhelo legítimo y necesario por el que los creyentes debemos orar, como lo hacía el salmista: “Entonces no nos apartaremos de ti; reavívanos e invocaremos tu nombre” (Salmo 80:18). El avivamiento hace, pues, referencia a ser llenos nuevamente de la vida y la vitalidad espiritual que proviene de Dios, con el celo, la devoción, la piedad, el entusiasmo y el compromiso renovado y fortalecido de obediencia a Sus mandamientos que debe acompañarlo en todos los frentes de nuestra vida y el deseo continuo de comunión estrecha con Él. El avivamiento del creyente siempre debe, pues, traducirse en el deseo intenso de conocer y comprender más la Biblia, en especial en lo que tiene que ver con sus aspectos prácticos y en la capacidad recibida del Espíritu Santo de obedecerla y ponerla por obra. Es por eso que el salmo 119, el capítulo más largo de la Biblia y que gira alrededor de la importancia de la Palabra de Dios en la vida del creyente, abunda en expresiones de este tipo: “… dame vida conforme a tu palabra” (v. 25); “¡Cómo anhelo tus preceptos! ¡Dame vida conforme a tu justicia!” (v. 40); “dame vida y cumpliré los mandatos que has emitido” (v. 88) y otros siete similares que muestran la importancia de orar para que Dios reavive nuestra fe
Reavívanos e invocaremos Tu Nombre
"Más allá del cambio favorable de nuestras circunstancias difíciles, nuestras oraciones deben incluir la petición para que Dios reavive nuestra fe”
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