A la luz del espíritu de perdón y reconciliación del Nuevo Testamento, a muchos creyentes les impactan y confunden peticiones de este tipo en el Antiguo Testamento en relación con los enemigos: “Rómpeles, oh Dios, los dientes; ¡arráncales, Señor, los colmillos a esos leones! Que desaparezcan, como el agua que se derrama; que se rompan sus flechas al tensar el arco. Que se disuelvan, como babosa rastrera; que no vean la luz del sol, cual si fueran abortivos. Que sin darse cuenta, ardan como espinos; que el vendaval los arrastre, estén verdes o secos” (Salmo 58:6-9). Este tipo de salmos se conocen como los “salmos de imprecación” que son en esencia una invocación de maldición divina. Si bien guardan cierta semejanza con los llamados “textos de execración” de otros pueblos de la antigüedad que también contenían maldiciones detalladas sobre los enemigos, se diferencian de ellos en que en las imprecaciones bíblicas no se recurre a conjuros o rituales mágicos, sino que son una apelación a Dios para que castigue al enemigo dejando en sus manos la decisión al respecto. Además, más que manipular a voluntad y de manera arbitraria los poderes espirituales, las imprecaciones bíblicas están basadas en la creencia en la rectitud y la justicia divinas y no en ambiciones personales, como lo leemos: “Pronuncia tu sentencia en mi favor; tus ojos ven lo que es justo” (Salmo 17:2). Y además, en último término las imprecaciones bíblicas buscan darle la gloria a Dios y que Su honor sea mantenido por encima de todo, en el espíritu de justicia estricta de la ley del talión
Rómpeles los dientes a esos leones
"Los salmos contienen imprecaciones que parecen vengativas y nada afines con el evangelio, pero que son, sin embargo, una expresión de la justicia”
Deja tu comentario