Una de las preguntas retóricas que Dios le formula a Job cuando finalmente se manifiesta a él es: “»¿Crees tú que el toro salvaje se prestará a servirte? ¿Pasará la noche en tus establos?” (Job 39:9). Porque si bien es cierto que el ser humano ha logrado domesticar a algunos animales que han entrado a formar parte de su entorno doméstico y productivo, lo que Dios nos quiere indicar con ésta y otras preguntas similares a lo largo de este capítulo es remitirnos a todos, junto con el patriarca, a las muchas fuerzas indómitas y salvajes de la vida y de la naturaleza en general que el ser humano no ha logrado ni logrará nunca domar o domesticar sujetándolas dócilmente a su control y obediencia, sin riesgo alguno, y que despiertan en nosotros admiración y deleite cuando simplemente debemos limitarnos a estudiarlas, observándolas y contemplándolas desenvolverse en su entorno natural, como lo hace la ciencia y nos lo da a conocer a través de los actuales canales y medios de comunicación dedicados a registrarla y documentarla visualmente y a explicar sus dinámicas vitales que nos asombran y nos generan una irresistible y reverente fascinación y nos hacen conscientes no sólo de su belleza, sino también de su complejidad funcional y la de la vida en general, incluyendo, por supuesto, la vida humana, recordándonos así nuestro lugar en la gran creación de Dios y nuestro deber de honrarlo con todo lo que hacemos sin cuestionarlo, confiando en que Él tiene siempre cuidado de nosotros
El toro salvaje
"La vida salvaje que se resiste a ser domesticada por el hombre nos recuerda la grandeza de Dios así como nuestros límites y nuestra condición caída”
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