Las explicaciones provistas por sus amigos para su situación de aflicción fueron molestas y despertaron la protesta de Job contra ellas, no porque estuvieran del todo equivocadas, sino porque Job tenía la convicción de que no se aplicaban a su caso y, como tales, sonaban artificiales y prefabricadas y estaban lejos de brindarle algún consuelo o alivio, sino todo lo contrario. El libro de Job, registra, en efecto, de manera acertada ciertas tendencias generales que tienen lugar en el curso de la existencia y de la historia humana, por las que tarde o temprano los malvados tienen que pagar en esta vida, aquí y ahora, sus maldades y pecados en virtud de la justicia divina que no podemos eludir y que, a pesar de tardarse, siempre llega y no deja impune ningún pecado, en especial los de los impenitentes que los cometen de forma desafiante e insolente, con plena conciencia. Pero estas tendencias generales no dan cuenta de un significativo número de casos de excepción que no encajan en ellas y que, por lo tanto, no pueden ser explicados por ellas. El libro de Job nos revela una de estas excepciones, por la cual los justos, como Job, también tienen que pasar por aflicciones inexplicables, pues no son consecuencia de sus malas acciones, sino de intrincadas variables desconocidas y misteriosas más allá de su responsabilidad y de su control, pero nunca del de Dios. Y Job registra con estas palabras otra de estas excepciones: “¿Por qué siguen con vida los malvados, cada vez más viejos y ricos?” (Job 21:7), a la espera de la justicia divina sobre ellos que parece no llegar
Los casos de excepción
"Todas las tendencias generales que vemos en el curso de la vida tienen significativas y a veces numerosas excepciones que nos llevan a cuestionarlas”
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