La maldad es noticia todos los días en este mundo. A veces de manera tan recurrente que da la impresión de que pasa de ser algo habitual a convertirse en algo dominante. Los malvados parecen salirse con la suya en perjuicio de los inocentes y desvalidos. Pero esto es así porque generalmente sólo vemos una parte pequeña de la historia, fragmentos y momentos únicamente y, además, la maldad es la que suele recibir la mayor prensa, de manera selectiva y notoriamente desproporcionada en relación con los actos anónimos de bondad en los que el bien y la justicia prevalecen por la gracia de Dios. David, de manera inspirada, toma en cuenta el cuadro completo cuando, a pesar de reconocer la presencia ubicua de la maldad en el mundo y de la apología que por momentos los medios de comunicación hacen de ella al registrarla de manera sensacionalista y desproporcionada en perjuicio del bien y las buenas noticias, se dirige a Dios para afirmar con convicción: “Tú, Señor, los protegerás; tú siempre los defenderás de esta gente. Los malvados merodean por todas partes, cuando la vileza es exaltada entre los seres humanos” (Salmo 12:7-8). La fe, pues, involucra la confianza en que, a pesar de todo, Dios cuida de nosotros y nos protege y que sí bien los creyentes no están exentos de sufrir eventualmente los rigores del mal, sus embates no tienen la última palabra, sino que Dios no sólo interviene para dosificarlo e impedir que nos golpee con mayor severidad, sino que también nos ha librado de él en más ocasiones de las que sospechamos
Tú, Señor, los protegerás
"Aunque por momentos así nos lo parezca, Dios no abandona ni deja al mundo a merced de los malvados que andan merodeando y de la maldad exacerbada”
Deja tu comentario