Una de las equivocaciones del movimiento feminista moderno es hacer de la sociedad patriarcal el blanco de sus ataques, por lo que el patriarcado sería su “bestia negra”, al que equiparan con el nefasto machismo que ha oprimido a las mujeres a lo largo de la historia y que buscan, entonces, combatir atacando y desmontando la sociedad patriarcal. Pero si bien el patriarcado mal entendido favorece la aparición del machismo, no es lo mismo patriarcado que machismo. El machismo es la distorsión pecaminosa del patriarcado, establecido por Dios para la protección de la dignidad de los miembros de la familia, con la mujer en primer plano, y la realización de cada uno de ellos conforme a sus mejores potencialidades, favoreciendo que puedan hacer su más valioso aporte a la construcción de la sociedad conforme a sus particulares talentos y habilidades naturales y adquiridas. La protección que la sociedad patriarcal bien entendida debe brindar a los miembros de la familia, con la mujer a la cabeza, es ilustrada en el trato ordenado en la ley para las hijas de Zelofejad, un caso de excepción en el cual se establecen las siguientes medidas particulares para la protección de las mujeres de la familia: “Moisés le presentó al Señor el caso de ellas, y el Señor le respondió: «Lo que piden las hijas de Zelofejad es algo justo, así que debes darles una propiedad entre los parientes de su padre. Traspásales a ellas la heredad de su padre” (Números 27:5-7). Los lastres del patriarcado en perjuicio de las mujeres no son, pues, inherentes a él sino consecuencia del pecado que todo lo pervierte
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