Volviendo con las “teofanías” o manifestaciones visibles de la presencia de Dios entre los hombres, hay dos que se destacan en el Antiguo Testamento por su significado y lo que evocaban en la conciencia de los israelitas. La que sucedió con ocasión de la finalización de la construcción del santuario en el desierto: “En ese instante la nube cubrió la Tienda de reunión, y la gloria del Señor llenó el santuario. Moisés no podía entrar en la Tienda de reunión porque la nube se había posado en ella y la gloria del Señor llenaba el santuario” (Éxodo 40:34-35), y la muy similar que tuvo lugar con la terminación a su vez de la construcción del templo fijo de Salomón y su dedicación con posterioridad. En estos dos casos se nos informa textualmente que “la gloria del Señor llenó el santuario” de tal modo que nadie podía estar presente en el lugar de su manifestación mientras esto sucedía. Sin embargo, aunque necesariamente atenuada y reducida a su más leve y etérea expresión, la gloria de Dios se halla presente en toda la creación, como lo proclamaban en su momento los serafines: “… toda la tierra está llena de su gloria»” (Isaías 6:3). Pero llegará un día en que esta gloria no seguirá siendo tan ambigua, leve y atenuada, sino que se manifestará de manera inequívoca e innegable para todos, como lo anuncia el profeta Isaías: “porque se llenará la tierra con el conocimiento del Señor así como las aguas cubren los mares” (Isaías 11:9) y lo reitera Habacuc con más detalle: “Porque se llenará la tierra con el conocimiento de la gloria del Señor así como las aguas cubren los mares” (Habacuc 2:14)
Toda la tierra está llena de Su gloria
"Los cristianos anunciamos y anhelamos el día en que la gloria de Dios no cubrirá única y brevemente el santuario, sino que llenará toda la tierra”
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