Señales premonitorias inquietantes
A propósito de la publicación de una noticia hace ya algunos años que no recibió mucho despliegue en los medios sobre la solicitud hecha por el entonces casi nonagenario y ya fallecido ex presidente de Israel Simón Peres al papa Francisco para presidir una “ONU de las religiones”, es siempre oportuno abordar un tema escatológico clásico dentro de la polémica histórica que el protestantismo sostiene con el catolicismo católico romano que, a raíz de pronunciamientos algo ambiguos pero siempre inquietantes de este estilo por parte del Vaticano, en el marco del programa ecuménico por él promovido, evocan, no sin razón, la postura cristiana clásica que identifica la figura apocalíptica de la “gran prostituta” descrita en el capítulo 17 del libro del Apocalipsis con la ciudad imperial de Roma: “Uno de los siete ángeles que tenían las siete copas se me acercó y me dijo: «Ven, y te mostraré el castigo de la gran prostituta que está sentada sobre muchas aguas. Con ella cometieron adulterio los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se embriagaron con el vino de su inmoralidad». Luego el ángel me llevó en el Espíritu a un desierto. Allí vi a una mujer montada en una bestia escarlata. La bestia estaba cubierta de nombres blasfemos contra Dios, y tenía siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada con oro, piedras preciosas y perlas. Tenía en la mano una copa de oro llena de abominaciones y de la inmundicia de sus adulterios. En la frente llevaba escrito un nombre misterioso: la gran babilonia madre de las prostitutas y de las abominables idolatrías de la tierra. Vi que la mujer se había emborrachado con la sangre de los santos y de los mártires de Jesús…” (Apocalipsis 17:1-6).
Esta identificación es prácticamente unánime en toda la cristiandad, incluyendo a la iglesia católica romana ꟷcon la excepción de algunos sectores minoritarios del cristianismo que, extrañamente y en contravía con la opinión abrumadoramente mayoritaria, han identificado a la “gran prostituta” no con la ciudad de Roma, sino con la ciudad de Jerusalénꟷ, pero a partir de la Reforma Protestante con especialidad y en medio de la polémica de los reformadores con la organización papal con sede en Roma, esta identificación adquirió claras connotaciones escatológicas de modo que los evangélicos llegaron a identificar a la “gran prostituta” con el catolicismo romano como la organización religiosa de carácter sincretista ꟷes decir caracterizada por una mezcla indiscriminada de creencias de la más diversa y disímil procedenciaꟷ, que extenderá al campo de la religión el gobierno mundial impío y opuesto a Cristo que en el campo político está llamado a ejercer el anticristo al final de los tiempos, identificado en esta visión futurista del Apocalipsis como “la bestia”.
Así, pues, con la única excepción de quienes suscriben la interpretación preterista del Apocalipsis que es aquella que afirma que todos los acontecimientos descritos en él ya tuvieron lugar en los primeros siglos de la era actual (que es, por cierto, la posición oficial del catolicismo romano), los cristianos evangélicos ven, por cuenta de estas noticias, resurgir sus fundados temores sobre la identidad de la “gran prostituta” y sus pretensiones hegemónicas de alcance universal que servirán de apoyo al gobierno del anticristo. Porque es innegable que, para cualquier lector desprevenido, la descripción gráfica de carácter simbólico que hace el Apocalipsis de la “gran prostituta” parece trascender a la Roma imperial de los primeros siglos de la era cristiana y obtener continuidad en la institución papal con sede en esta ciudad. Sobre todo teniendo en cuenta que la Roma papal reeditó las persecuciones del viejo imperio contra los cristianos ꟷen particular los cristianos evangélicos seguidores de la Reformaꟷ a través de la Inquisición y sus numerosas iniciativas guerreristas de carácter político y militar para imponer a sangre y fuego ꟷno por la vía del argumento sino la de la fuerzaꟷ el gobierno y las doctrinas oficiales del catolicismo romano sobre las crecientes disidencias evangélicas a las que dio lugar la Reforma.
Adulterio espiritual
A esto cabe añadir que la “gran prostituta” recibe este nombre, no por razones de moralidad sexual literal, sino más bien por el sentido figurado que la noción de adulterio adquiere en la Biblia desde al Antiguo Testamento hasta el Nuevo, al evocar o hacer referencia a la infidelidad espiritual de Israel o la Iglesia indistintamente hacia Dios, al volverse de manera reiterada a los ídolos de manera abierta o al mezclar sutil o groseramente la verdad revelada en las Escrituras con doctrinas ajenas e incluso contrarias a ella de una muy variada procedencia pagana, como sostenemos los evangélicos que lo ha hecho el catolicismo oficial y sobre todo la gran masa del ya llamado “catolicismo popular”.
Entre este cúmulo de doctrinas ajenas y extrañas a la Biblia y al cristianismo primitivo promovidas por la Roma papal sobresalen las siguientes: La legitimidad de la institución papal en sí misma; la justificación por obras (algo que no ha cambiado en la práctica a pesar de pronunciamientos oficiales en contra de ello); la doctrina del purgatorio; el culto idólatra a las reliquias, a los santos y a María; y en relación con esta última, la de cualquier modo bienaventurada virgen María, madre de nuestro Señor y Dios, Jesucristo; doctrinas como la inmaculada concepción, la virginidad perpetua, y la asunción, para mencionar sólo tal vez las más controversiales y cuestionadas.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, no es, pues, descabellada ni gratuita la identificación de la Roma papal con la “gran prostituta” tal y como ésta es descrita en el Apocalipsis. Pero más allá de estas consideraciones bíblicas muy difíciles de refutar, lo cierto es que esta perspectiva se ve reforzada por el hecho de que, desde el punto de vista práctico, una organización mundial de las características que tiene el Vaticano y la Roma papal, con un gobierno centralizado y una estructura jerárquica y una disciplina de grupo férrea, con una gran influencia en los altos círculos de poder del mundo a todo lo largo y ancho de él, es un codiciado y estratégico botín para cualquier gobernante que pretenda extender su dominio a todo el mundo, como sucederá con el anticristo.
Sin embargo, cuando los evangélicos nos inquietamos y hasta nos rasgamos las vestiduras con estas noticias que apuntan a reforzar y confirmar el panorama que venimos considerando, llevándonos a la tentación de levantarnos a condenar a Roma de manera estridente y con aires de superioridad, no podemos olvidar que la “gran prostituta”, como organización doctrinalmente sincrética que es, convocará a su alrededor a miembros de todas las religiones existentes, incluyendo al protestantismo evangélico, por lo que las pretensiones de cualquier iniciativa ecuménica con carácter institucional promovida por la Roma papal deben ser vigiladas para que nosotros mismos no lleguemos a ser partícipes de aquello que denunciamos.
La viga en el ojo
Sobre todo debido a que las cuestionables mezclas doctrinales no son exclusivas de las doctrinas oficiales del catolicismo romano, sino que en el campo evangélico protestante las infiltraciones de todo tipo de doctrinas heréticas que desdibujan y distorsionan el puro mensaje del evangelio están a la orden del día, destacándose entre ellas las que corren por cuenta de la teología académica liberal que pretende, por ejemplo, justificar desde la Biblia la conducta homosexual; hasta las mucho más populares e igualmente nefastas incluidas dentro del ya designado “movimiento de la fe” y su habitual acompañante, la “teología de la prosperidad”, divulgados ambos por “famosos”, adinerados y faranduleros televangelistas, dueños de poderosas cadenas televisivas de difusión presuntamente “cristianas”.
Sin mencionar los perfiles preocupantemente supersticiosos que han adquirido las otrora saludables iglesias pentecostales que trajeron un fresco aire de avivamiento a las denominaciones protestantes en general e incluso al catolicismo con el movimiento carismático de los años 60 del siglo pasado, que han llevado a que la sociología de la religión ya no las catalogue como ramas surgidas del protestantismo histórico con su lema de “sola fe, sola gracia, sola escritura y sola gloria de Dios”, sino como una nueva rama cristiana popular independiente del protestantismo que se caracteriza, más que por su serio compromiso con las Escrituras, por la centralidad obsesiva e irracional que en ella ocupan actividades como el exorcismo (liberaciones), la taumaturgia (facultad para hacer milagros) y la glosolalia (hablar en lenguas).
Así, pues, antes de levantarnos indignados a condenar al catolicismo por estos pasos en una dirección que refuerza nuestras sospechas, debemos mirar la viga en nuestro propio ojo al respecto y no considerarnos de manera altiva por encima del bien y del mal en este sentido, recordando al mismo tiempo que las doctrinas de las religiones del lejano oriente también parecen tener parte en los adulterios de la “gran prostituta” por medio del sutilmente omnipresente movimiento de la Nueva Era, de gran acogida entre los gobernantes y los altos círculos de gobierno del mundo, que ha popularizado estas doctrinas en el occidente cristiano y que, teniendo perfiles doctrinales muy indefinidos y flexibles dado su carácter ecléctico e igualmente sincretista, puede también admitir en su seno a seguidores de todas las religiones sin obligarlos a renunciar necesariamente a ellas, sino modificándolas gradualmente para ajustarlas y hacerlas compatibles con su panteísmo característico de la “conciencia universal”.
Por último, en la diatriba evangélica contra la Roma papal alimentada por estas noticias, los evangélicos debemos recordar que una cosa es denunciar a la institución como tal con el papa a la cabeza, y otra muy distinta condenar a todos sus miembros y seguidores a ultranza, pues no puede negarse que en el catolicismo existe un tal vez minoritario, aunque siempre significativo número de creyentes que, a pesar de los errores de su organización, tienen una relación viva y real con Jesucristo alrededor de la cual han estructurados sus vidas, sus anhelos, sus devociones y su moralidad. No de otro modo se explica que en el Apocalipsis el Señor se dirija a quienes militan en este sistema espiritual sincretista simbolizado por las ciudades de Roma o Babilonia y les diga: “… «Salgan de ella, pueblo mío, para que no sean cómplices de sus pecados, ni los alcance ninguna de sus plagas” (Apocalipsis 18:4), lo cual indica que Dios tiene pueblo suyo dentro de este sistema del cual los exhorta a salir cuanto antes para buscar la pureza del evangelio original, exhortación que debe ser también tenida en cuenta por los evangélicos en relación con todas las infiltraciones doctrinales ajenas al cristianismo que también han hecho presa de nosotros.
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