Una exhortación es una incitación razonada y apremiante por parte de una persona que posee el derecho o la autoridad del caso para que hagamos una cosa o actuemos de cierta manera.La exhortación se diferencia de la orden o mandato en que tiene tras de sí una exposición previa de razones suficientes que la apoyan y justifican. En el caso de las exhortaciones bíblicas estas razones proceden de la revelación debidamente explicada y sustentada y, como tal, tiene mucho más peso en nuestra conciencia, porque no es algo de carácter obligatorio debido tan solo a la autoridad de quien nos lo ordena, sino que, además, procede de verdades reveladas, explicadas y comprendidas a satisfacción que conducen natural y lógicamente a las acciones a las que somos finalmente exhortados como concluyente corolario de la revelación previa. La conducta cristiana y las decisiones que tomamos en el día a día deben proceder preferiblemente de las múltiples exhortaciones a las que la revelación conduce y no de una lista de mandamientos cuyas razones ignoramos y en las que lo único que sabemos es que “esto está bien” y “esto está mal” y nada más, con base en la autoridad que ostenta o que le hemos reconocido a quien nos lo ordena. Así, el mandamiento procede meramente de la obligación, mientras que la exhortación procede de la más arraigada convicción, como el inspirado autor de la epístola a los Hebreos lo dice luego de su contundente exposición previa: “Hermanos, les ruego que reciban bien estas palabras de exhortación, ya que les he escrito brevemente” (Hebreos 13:22)
Revelación y exhortación
“La exhortación que no se apoye en la revelación no es más que moralismo. Es la revelación la que debe conducir a la exhortación”
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