Hay decisiones que nos parecen razonables y que tomamos en limpia conciencia, pero que aun así son equivocadas, como la contratación por parte de Amasías, rey de Judá, de mercenarios procedentes de Israel para aumentar su poderío militar, siendo advertido al respecto por un hombre de Dios: “Además, por la suma de cien talentos de plata contrató a cien mil guerreros valientes de Israel. Pero un hombre de Dios fue a verlo y le dijo: Su Majestad, no permita que el ejército de Israel vaya con usted, porque el Señor no está con esos efraimitas. Si usted va con ellos, aunque luche valerosamente, Dios lo derribará en la cara misma de sus enemigos, porque Dios tiene poder para ayudar y poder para derribar. Amasías preguntó al hombre de Dios: ꟷ¿Qué va a pasar con los cien talentos de plata que pagué al ejército de Israel? ꟷEl Señor puede darle a usted mucho más que eso ꟷrespondió. Entonces Amasías dio de baja a las tropas israelitas que habían llegado de Efraín y las hizo regresar a su país. A raíz de eso, las tropas se enojaron mucho con Judá y regresaron furiosas a sus casas” (2 Crónicas 25:6-10). La razón de lo equivocado de esta decisión presumiblemente bien intencionada es que, además de que los mercenarios no son confiables, pues inclinan sus lealtades al mejor postor, Israel, aunque técnicamente era el pueblo de Dios al igual que Judá, había caído en una apostasía tal que para todo efecto práctico no era muy diferente a los pueblos paganos, como lo demuestra la reacción de estos israelitas saqueando a Judá de regreso a su territorio
Razonable, pero equivocado
“Cuando no tenemos en cuenta a Dios podemos terminar tomando decisiones razonables en apariencia, pero equivocadas y que nos pasarán cuenta de cobro”
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