La Biblia asigna a cada una de las tres personas de la Trinidad divina funciones características de cada una de ellas. Así, tradicionalmente la creación se asigna al Padre, la redención al Hijo y la santificación al Espíritu Santo. De igual modo leemos: “Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sea con todos ustedes” (2 Corintios 13:14), dando a entender que la gracia es algo que Dios administra por medio del Señor Jesucristo; el amor, una administración divina más propia del Padre; y la comunión algo que concierne al Espíritu Santo. Sin embargo, aunque la Biblia asigne funciones diferenciadas a cada uno de los tres, debemos recordar que, en la medida en que los tres son Dios ꟷun Dios único, uno e indivisibleꟷ, dondequiera que uno de ellos esté actuando en primer plano, los otros dos también lo hacen, aunque con un más bajo y anónimo perfil. La teología utilizó la palabra griega pericóresis para referirse a la compenetración íntima e indivisible que existe entre las tres Personas de la Trinidad que no permite que ninguna de ellas actúe de manera aislada e independiente de las otras. Así, la fórmula que se ha venido usando para describir las actuaciones de Dios es que es el Padre Quien lo hace, por medio de Cristo y a través del Espíritu Santo, por lo que la participación decisiva y determinante de Jesucristo, el Verbo o la Palabra de Dios y la del Espíritu en la creación no se discute: “Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos y por el soplo de su boca, todo lo que en ellos hay… ” (Salmo 33:6)
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