Pacto de sal

La expresión “pacto de sal” que aparece en Números 18:19: “Todas las ofrendas alzadas de las cosas sagradas que los hijos de Israel presenten al SEÑOR, las he dado para ti, para tus hijos y para tus hijas contigo, como provisión perpetua. Constituye un perpetuo pacto de sal delante del SEÑOR, para ti y para tus descendientes contigo” (RVA-2015), significa permanencia inmodificable, pues así como la sal mantiene su sabor y preserva a los alimentos de la corrupción, así también los pactos de sal, como el suscrito en Números en relación con el sacerdocio, o en relación con el rey David y el derecho al trono garantizado para su descendencia por siempre:  “¿No saben ustedes que el SEÑOR Dios de Israel dio a David el reinado sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos, mediante un pacto de sal?” (2 Crónicas 13:5), son pactos que perdurarán a lo largo del tiempo sin importar que las circunstancias cambien. Cristo representa la permanencia y el cumplimiento de ambos pactos: el sacerdotal, como sumo sacerdote constituido según el orden eterno de Melquisedec, y el real, como Rey de reyes y Señor de señores, descendiente directo de David. Y en cuanto a la fidelidad del pueblo de Dios a este pacto, también se expresaba en la presentación de las ofrendas mediante la llamada “sal del pacto” con la que todas ellas se sazonaban: “Todas las ofrendas de cereal las sazonarán con sal, y no dejarán que les falte la sal del pacto de su Dios. A todas las ofrendas deberán ponerles sal” (Levítico 2:13), manifestando así la intención de mantener inquebrantable su compromiso para con Dios