En su omniciencia, Dios conoce todo lo que Su pueblo hará antes de que lo haga, incluyendo sus desobediencias, deslealtades, abandonos y traiciones en ese ciclo ondulante de altas y bajas que caracterizó su historia en el Antiguo Testamento y que ilustra y simboliza también el ciclo de ondulaciones de la iglesia en general y en mayor o menor grado, también el de cada uno de los creyentes en particular, como lo afirma expresamente: “»Cuando yo conduzca a los israelitas a la tierra que juré darles a sus antepasados, tierra donde abundan la leche y la miel, comerán hasta saciarse y engordarán; se irán tras otros dioses y los adorarán, despreciándome y quebrantando mi pacto. Y cuando les sobrevengan muchos desastres y adversidades, este cántico servirá de testimonio contra ellos, porque sus descendientes lo recordarán y lo cantarán. Yo sé lo que mi pueblo piensa hacer, aun antes de introducirlo en el territorio que juré darle»” (Deuteronomio 31:20-21). Aun así, Dios no desistió de su intención de entregarles en posesión la tierra prometida, ni consideró tampoco desecharlos de forma definitiva, sino que anunció Su disciplina sobre ellos pero, al mismo tiempo, reiteró Su fidelidad a Su pacto, una fidelidad de la cual la disciplina misma era una evidencia a su favor, en la medida en que: “… el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido” (Proverbios 3:12), todo lo cual no deja de ser sorprendente, inquietante y conmovedor y marca, entonces, también para su pueblo la rendición final y el retorno definitivo, humilde y voluntario a Él
Ondulaciones y deslealtades
“Es inquietante y conmovedor que Dios, sabiendo de las ondulaciones y deslealtades que cometería Su pueblo, no le retire su favor de manera definitiva”
Deja tu comentario