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No se vuelvan a los ídolos

"La prohibición de la idolatría en todas sus formas es el primero y el principal de los diez mandamientos del decálogo que deberíamos obedecer”

Amar a Dios sobre todas las cosas y no hacernos ninguna imagen de nadie ni de nada de lo que existe para postrarnos ante ellas y adorarlas, son los dos primeros mandamientos del decálogo. Así, técnicamente, la idolatría tiene que ver con el culto a las imágenes que pretendan representar a los dioses falsos e incluso al Dios verdadero, pues la prohibición que se hace de ella en el decálogo no distingue entre ambos, como si se condenara unas pero se autorizara otras, de donde las imágenes del Dios verdadero o de los dioses falsos son siempre ambas susceptibles de degenerar en idolatría por el riesgo que cualquiera de ellas tiene de que nos postremos delante de ellas en invocación y adoración. Porque las imágenes, ya sean de los dioses o del propio Dios vivo y verdadero constituyen ambas, para los propósitos del culto y la adoración, ídolos contra los cuales la Biblia ordena reiteradamente y de muchas maneras: “»No se vuelvan a los ídolos inútiles, ni se hagan dioses de metal fundido. Yo soy el Señor su Dios” (Levítico 19:4), puesto que: “Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Juan 4:24). Sin embargo, las imágenes visibles y palpables con forma humana o no humana no cubren en realidad toda la gama de la idolatría, pues ésta se arraiga en el corazón del hombre y, como tal, puede prescindir incluso de imágenes externas que la alimenten y de las que dependa. Así, pues, todo asunto o interés que ocupe de manera sostenida el primer lugar en nuestras consideraciones vitales antes que Dios es igualmente un ídolo, así no esté ligado a altares ni imágenes externas

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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