La pena de muerte por apedreamiento estaba establecida en la ley mosaica para cerca de 35 transgresiones diferentes, algunas tan triviales para la mentalidad de hoy como maldecir a los padres, desobedecerlos, blasfemar, quebrantar el día de reposo o llevar a cabo prácticas idolátricas: “»Si alguien maldice a su padre o a su madre, será condenado a muerte: ha maldecido a su padre o a su madre, y será responsable de su propia muerte” (Levítico 20:9). Si hoy se aplicaran al pie de la letra estas prescripciones por lo menos la mitad de la humanidad debería ser ejecutada. Esto parece reflejar a un Dios sombrío y cruel, pero cuando lo analizamos con detenimiento, esto en realidad es una expresión de la misericordia de Dios más que de su justicia estricta, pues lo que tenemos en la Ley es una reducción notable y muy significativa de las faltas que ameritaban la muerte como castigo. Basta recordar que en el Edén Dios estableció que el pecado o la desobediencia, cualquiera que fuere, acarreaba la muerte para el ofensor y en la Ley mosaica encontramos que únicamente 35 faltas específicas de todas aquellas que el ser humano pudiera llegar a cometer debían ser castigadas con la muerte. En relación con los demás pecados, el ser humano recibía misericordia de Dios al ser indultado por Él y poder continuar viviendo a pesar de haberlos cometido. Algo que deberíamos tener presente para no dar por sentada la misericordia de Dios para con nosotros, como si ésta fuera Su obligación o nuestro derecho en relación con Él, sino más bien agradecerla todos los días
La pena de muerte
"La pena de muerte para faltas que hoy se considerarían triviales parece cruel y excesiva, pero nos recuerda que la paga del pecado es la muerte”
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