Volviendo una vez más con los numerosos reductos de resistencia y los enclaves paganos en medio de su territorio con los que los israelitas tuvieron que convivir en la tierra prometida, la tribu de Manasés es un ejemplo del curso de acción emprendido también por las demás tribus en general en relación con estos reductos y enclaves dentro de sus propios territorios cuando lograban hacerse lo suficientemente fuertes para someterlos: “Los miembros de la tribu de Manasés no pudieron habitar estas ciudades, porque los cananeos persistieron en vivir en ellas. Cuando los israelitas se hicieron fuertes, redujeron a los cananeos a esclavitud, pero no los expulsaron totalmente de esas tierras” (Josué 17:12-13). Y si bien es cierto que someter estos reductos a esclavitud era mejor que dejarlos que tomaran fuerza libremente en contra de ellos, no es sin embargo el ideal, sobre todo teniendo en cuenta que Dios había ordenado su exterminio total, y no su expulsión meramente, ni mucho menos su sometimiento dejándolos vivir entre ellos. De manera similar, en la vida del creyente debemos procurar en todo tiempo rendirnos de tal modo a Dios y a Su poder actuando favorablemente en nosotros, que no nos limitemos simplemente a ejercer el dominio propio contra nuestras inclinaciones pecaminosas, tolerándolos de cualquier modo en nuestras vidas y aprendiendo a convivir con ellas, aunque eso sea, ciertamente, mejor que nada; sino expulsarlas o erradicarlas del todo de nuestras consideraciones hasta que podamos dejarlas atrás para todos los efectos prácticos de la vida
No los expulsaron totalmente
“Debemos procurar desalojar del todo de nuestras vidas las inclinaciones y prácticas pecaminosas y no solo ejercer control y dominio sobre ellas”
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