No es llegar sino permanecer

En el ascenso hacia el éxito y el reconocimiento profesional o de cualquier otro tipo en todos los campos de la actividad humana es ya bien sabido que lo más difícil no es llegar, sino lograr mantenerse allí. Algo que Salomón tuvo que comprobar por amarga experiencia propia, en vista de que, en principio, alcanzó la sabiduría anhelada que le pidió a Dios, y recibió, además, como añadidura todo lo que no le había pedido: “Yo te pido sabiduría y conocimiento para gobernar a tu pueblo; de lo contrario, ¿quién podrá gobernar a este gran pueblo tuyo? Entonces Dios dijo a Salomón: ꟷYa que has pedido sabiduría y conocimiento para gobernar a mi pueblo, sobre el cual te he hecho rey, y no has pedido riquezas ni bienes ni esplendor, ni siquiera la muerte de tus enemigos o una vida muy larga; por tanto, sabiduría y conocimiento te daré. Pero además voy a darte riquezas, bienes y esplendor, como nunca los tuvieron los reyes que te precedieron ni los tendrán los que habrán de sucederte” (2 Crónicas 1:10-12). Pero una vez alcanzada esta sabiduría que se volvió proverbial y casi legendaria en toda la región del medio oriente, Salomón llegó a darla por sentada olvidándose de cultivarla día a día con esmero y sin descuidarla, cayendo en una inercia al respecto ocasionada por sus muchas esposas y concubinas extranjeras, procedentes de pueblos paganos con sus propios dioses falsos o ídolos, que lo llevaron a relajarse en relación con la adoración debida a Dios con exclusividad y a terminar cayendo en la nefasta idolatría con el consecuente deterioro de su buen juicio