Las críticas en contra de la presunta crueldad del “anatema”, es decir la orden exterminio impartida por Dios a Israel en relación con los habitantes de Canaán a quienes no podrían dejar vivos de manera absoluta, incluyendo mujeres, niños y ganado; no tiene en cuenta, en primer lugar, lo ya señalado en cuanto a que ésta no era una instrucción arbitraria ni mucho menos, sino que tenía detrás razones de peso que la fundamentaban. Y en segundo lugar, que para confirmar lo anterior, Dios estableció un trato diferenciado en relación con las ciudades que no se hallaban establecidas en el territorio asignado a Su pueblo: “Así tratarás a todas las ciudades lejanas que no pertenezcan a las naciones vecinas. »Sin embargo, en las ciudades de los pueblos que el Señor tu Dios te da como herencia, no dejarás nada con vida. Exterminarás del todo a hititas, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos, tal como el Señor tu Dios te lo ha mandado” (Deuteronomio 20:15-17). Con las primeras se podían concertar acuerdos de paz o establecer relaciones de sometimiento pacífico al gobierno de Israel como tributarios, un tipo de relación común entre los pueblos antiguos. Y aun en el caso de que declararan la guerra a Israel, en desarrollo de ella solo debían matar a los hombres, pudiendo dejar con vida a mujeres, niños y ganado y tomar del botín de guerra, circunstancia que fue aprovechada astutamente por los gabaonitas para salvarse del exterminio, al engañar a Josué haciéndose pasar por un pueblo lejano y lograr así firmar un tratado de paz con Israel antes de que Josué fuera consciente del engaño
Así tratarás a las ciudades lejanas
“El trato diferenciado hacia las ciudades lejanas y las que se encontraban en Canaán muestra que el exterminio de los cananeos no fue arbitrario”
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