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Segmentos

Mandó que se abrieran las puertas

“El templo de Dios debe mantener sus puertas abiertas a todos los adoradores sinceros que anhelen abrirle a su vez a Dios las puertas de su corazón”

Durante el reinado de Ezequías en Judá, uno de los pocos reyes manifiestamente buenos, una de sus primeras acciones destacadas en el relato fue proceder a reparar y abrir las puertas del templo: “En el mes primero del primer año de su reinado, Ezequías mandó que se abrieran las puertas del Templo del Señor y las reparó” (2 Crónicas 29:3). Un acto que apunta a la necesidad de mantener siempre abiertas las puertas del templo a todos los adoradores sinceros que desean apelar a Dios con corazones dispuestos a reconocer Su grandeza y a someterse a Él humildemente con toda la voluntad. Al fin y al cabo, uno de los significados figurados más esperanzadores de la palabra “puerta” es, justamente, aquel que evoca las oportunidades que Dios pone ante los suyos, como respuesta a sus oraciones. Pero de manera culminante e insuperable, la puerta abierta por excelencia que Dios pone delante de nosotros: “… Mira que delante de ti he dejado abierta una puerta que nadie puede cerrar…” (Apocalipsis 3:8) es Jesucristo, la puerta de acceso a Dios, que nos otorga amplia entrada a su gracia y a su justicia y hace posible nuestra relación filial e íntima con el Padre, así como también el poder contar con su atención solicita en términos que fomentan en los suyos la más firme y absoluta confianza en Él. Confianza que nos permite tener acceso permanente e irrestricto a Dios Padre mediante los méritos de Su hijo con los que todos los creyentes podemos revestirnos para acudir a Él, en la certeza por Él expresada de que: “… «Ciertamente les aseguro que yo soy la puerta…” (Juan 10:7)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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