Los querubines

Dentro de las órdenes de ángeles identificados en la Biblia, los querubines parecen ocupar un lugar prominente, pues figuraban no sólo en la cubierta o propiciatorio del arca del pacto cubriéndola con sus alas: “Luego los sacerdotes llevaron el arca del pacto del Señor a su lugar en el santuario interior del templo, que es el Lugar Santísimo, y la pusieron bajo las alas de los querubines. Con sus alas extendidas sobre ese lugar, los querubines cubrían el arca y sus varas” (2 Crónicas 5:7-8), sino también bordados en las cortinas exteriores del tabernáculo del desierto, en los bajorrelieves de los muros del templo de Salomón, sin mencionar los dos gigantescos querubines de cerca de cinco metros de altura cada uno, hechos de madera recubierta de oro, que se encontraban también en el templo de Salomón. Se mencionan de manera muy temprana en el capítulo 3 del Génesis resguardando el acceso al árbol de la vida y el profeta Ezequiel los identifica también con los cuatro seres vivientes con cuatro rostros diferentes en sus cuatro costados: el rostro de un hombre, el de un toro, el de un león y el de un águila en las visiones con las que se inicia su libro. Cualquiera que sean sus funciones específicas más detalladas, el Antiguo Testamento da a entender que guardan relación estrecha con el trono de Dios y Su presencia y Su gloria inmediata, haciendo las veces de un estrado o un carruaje real que se desplaza y sobre el que Dios se encuentra y “cabalga” sobre ellos como un rey soberano y victorioso, escoltándolo y guardando su santidad como una especie de privilegiada guardia personal