La toma de posesión del territorio asignado a ella fue un proceso controvertido para la tribu de Dan. En efecto, al no lograr conquistar algunas de las ciudades cananeas que se encontraban en él, esta tribu decidió marchar al extremo norte de la tierra prometida para explorar y apoderarse de la ciudad de Lesén ꟷtambién conocida como Lais y cuyo nombre definitivo fue Danꟷ, aprovechando el aislamiento y carencia de alianzas en que sus habitantes se encontraban en relación con sus vecinos y su indefensión debido a la confianza y tranquilidad con la que su población vivía, relajados y sin tener temor ni estar preparados para ataques externos, como se nos narra en el capítulo 18 del libro de los Jueces y se nos informa de forma más escueta en el libro de Josué: “Como a la tribu de Dan no les alcanzó el territorio que se les asignó, fueron a conquistar la ciudad de Lesén. Después de que la tomaron, pasaron a filo de espada a todos sus habitantes. Luego los danitas la habitaron y le dieron por nombre Dan, en honor de su antepasado” (Josué 19:47). En la narración de la toma de Lais en el libro de Jueces se ve también la relajación en que esta tribu había caído en cuanto a su fidelidad a Dios, pues erigieron en la ciudad condenables imágenes idolátricas y establecieron sacerdocios ilegítimos. Finalmente, en la monarquía, luego de la división del reino, el rey Jeroboán consumó esta apostasía al colocar en las ciudades de Betel y Dan los dos becerros de oro que buscaban competir con Jerusalén y pervertir la adoración y el culto debido a Dios tal como había sido ordenado en la ley mosaica
Los becerros de Dan y Betel
“La herencia de la tribu de Dan en el norte de la tierra prometida quedó manchada por sus tristemente célebres asociaciones con un culto idolátrico”
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