Teniendo en cuenta que el llamado al servicio a los demás ꟷdel que el Señor Jesucristo dio el ejemplo supremoꟷ no exime a ningún creyente y que todos los seres humanos hemos recibido dones y desarrollado habilidades con base en ellos, la doctrina neotestamentaria del sacerdocio universal de los creyentes abarca, no sólo el privilegiado acceso directo de todos los creyentes a Dios sin mediaciones diferentes a la de Cristo mismo, sino también la responsabilidad de todos los creyentes de poner sus vidas al servicio de la causa de Dios, tanto en la iglesia como fuera de ella, pues además, todos los creyentes sin excepción hemos recibido la “unción” que era propia y exclusiva de los sacerdotes y reyes en el Antiguo Testamento: “Luego lo ungirás derramando el aceite de la unción sobre su cabeza. Acercarás entonces a sus hijos y les pondrás las túnicas y las mitras; a continuación, les ceñirás los cinturones a Aarón y a sus hijos. Así les conferirás autoridad, y el sacerdocio será para ellos una ley perpetua” (Éxodo 29:7-9). En relación con esto Juan nos revela: “En cuanto a ustedes, la unción que de él recibieron permanece en ustedes y no necesitan que nadie les enseñe. Esa unción es verdadera… y les enseña todas las cosas. Permanezcan en él tal y como él les enseñó” (1 Juan 2:27). Y el apóstol Pedro añade: “Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas” (1 Pedro 4:10), pues el servicio a la causa de Dios también se lleva a cabo mediante cualquier acto de servicio profano diario fuera de la iglesia
La unción permanece en ustedes
"No son solo los miembros del clero los que deben consagrarse expresamente al servicio de Dios, sino también los laicos en sus actividades seculares”
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