El concepto de justicia es crucial en las Escrituras, al punto que habría que estar de acuerdo con Herbert Lockyer al afirmar que: “La justicia humana y divina, forma la trama y urdimbre de las Escrituras. La justicia práctica y la doctrinal nos salen al encuentro casi en cada página”, razón por la cual, -continúa diciendoꟷ: “La necesidad imperiosa de nuestros días es una recta comprensión de la justicia, por su asociación con la relación del alma con Dios y por sus responsabilidades con otros”. Walter Scott recoge todo lo anterior de manera más sucinta y puntual declarando: “La justicia es la piedra angular del arco de la revelación divina”. En efecto, la justicia es un atributo inseparable de Dios mismo. Dios es justo y, en consecuencia, actúa siempre con justicia. Él hace siempre lo que es correcto. Así, pues, la convicción que se encuentra siempre en el trasfondo de toda la Escritura es que Dios es justo, y es precisamente esa justicia inherente a Su Ser la que da pie a su enojo, -mejor conocido en la Biblia con la expresión “la ira de Dios”-, contra el ser humano por causa del pecado: “Dios es juez justo, Y Dios está airado contra el impío todos los días” (Salmo 7:11 RVR). Es por esto que la justicia es en último término la punta de lanza del reino de Dios en la tierra, pues: “… el Señor reina por siempre; para emitir juicio ha establecido su trono. Juzgará al mundo con justicia; gobernará a los pueblos con equidad” (Salmo 9:7-8) y que su reino se defina así: “… el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas, sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17)
La trama y la urdimbre
"La justicia es la característica más básica y el mínimo común denominador del reino de Dios en la tierra sobre la que se edifica todo lo demás”
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