La pupila del ojo, el agujero protegido por la córnea que se halla en el centro del iris, que se dilata o contrae para dejar pasar la luz hacia la retina y que se aprecia como el pequeño círculo negro en medio del ojo, es un área muy sensible y delicada que protegemos mediante actos reflejos inconscientes que nos llevan a cerrar el ojo rápidamente y sin pensarlo ante cualquier objeto que se acerque de manera peligrosa y amenazante. Parece ser que, debido a que el término proviene de una raíz latina utilizada para referirse también a una niña, a la pupila también se le haya terminado designando coloquialmente como la “niña del ojo” y haya dado lugar a la tierna expresión “la niña de mis ojos” utilizada para referirse a aquella persona a la que se le tiene un especial cariño, por encima de cualquier otra, o por la que se tiene predilección. Dios recurre a esta expresión coloquial en la Biblia para expresar su afecto entrañable por Su pueblo, impulsando al rey David a apelar a Él para pedirle: “Protégeme como a la niña de tus ojos, escóndeme bajo la sombra de tus alas” (Salmo 17:8). En efecto, Dios dejó registrado en los escritos de los profetas su aprecio y cuidado protector por Su pueblo en estos conmovedores e inspiradores términos llamados a reconfortarnos en toda circunstancia amenazante: “»Porque así dice el Señor de los Ejércitos… ‘La nación que toca a mi pueblo, toca la niña de mis ojos” (Zacarías 2:8) y nos exhorta también mediante esta figura a no dejar de obedecerle: “Cumple con mis mandamientos, y vivirás; cuida mis enseñanzas como a la niña de tus ojos” (Proverbios 7:2)
La niña de sus ojos
"Una de las expresiones más gráficas y entrañables con las que Dios revela su afecto y cuidado por nosotros es tratarnos como a la ‘niña de sus ojos’”
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