Sin perjuicio de la planificación familiar responsable que los padres están llamados a ejercer en cuanto al número de hijos que quieren tener, de tal manera que puedan ocuparse responsablemente de ellos brindándoles el sustento material, el apoyo emocional y la guía y formación adecuada para hacer de ellos personas de bien, capaces de desenvolverse y aportar constructivamente a la sociedad; preocupa la creciente tendencia actual de los jóvenes ꟷincluyendo entre ellos a un buen número de quienes cuentan con suficiente solvencia y medios materiales para hacerloꟷ a no tener hijos bajo el pretexto de que el mundo actual se encuentra en un estado tan crítico y embrollado que es irresponsable traer hijos a sufrir en él, lo cual enmascara en muchos casos un egoísmo tal que no les permite a las parejas de hoy ocuparse de nada más allá que de sí mismos y su bienestar, renunciando a los sacrificios que implica la crianza de hijos. Sobre todo, justo en los países más desarrollados del Primer Mundo en los que se ha alcanzado el anhelado estado de bienestar, a pesar de lo cual la tasa de natalidad en ellos decrece a tal grado que se empieza a dudar de que sus propios nacionales puedan hacer el relevo generacional para sostener sus infraestructuras, dependiendo, por lo tanto, de la inmigración que los gobiernos han tenido que fomentar para suplir esta deficiencia. Valdría la pena recordar, entonces, que la paternidad y la capacidad de tener hijos son bendiciones de Dios, como lo leemos: “… Dios bendijo a Obed Edom con muchos hijos” (1 Crónicas 26:5)
La bendición de la fecundidad
“La fecundidad es una bendición de Dios que pone también sobre nuestros hombros las elevadas responsabilidades de la paternidad y la maternidad"
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