El rey Manasés es uno de los casos más inquietantes, lamentables y contrastantes que ilustra el hecho ya señalado de que instruir a los hijos en el buen camino dándoles ejemplo no garantiza que lo sigan, pues al final cada cual decide, pues siendo hijo de Ezequías, uno de los mejores reyes de Judá, Manasés es considerado por muchos como el peor de todos los reyes de Israel y de Judá juntos, siendo esta una reseña breve de su reinado: “Además del pecado que hizo cometer a Judá, haciendo así lo que ofende al Señor, Manasés derramó tanta sangre inocente que inundó a Jerusalén de un extremo a otro. Los demás acontecimientos del reinado de Manasés y todo lo que hizo, incluso el pecado que cometió, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá” (2 Reyes 21:16-17). La tradición dice que este rey asesinó al profeta Isaías ordenando que lo aserraran por la mitad cuando se escondió en un tronco hueco para huir de la persecución de Manasés, episodio que parece aludir la epístola a los Hebreos cuando dice en el capítulo de los héroes de la fe que algunos de ellos fueron: “… aserrados por la mitad…” (Hebreos 11:37). Sin embargo, Manasés es también un ejemplo de que es mejor un mal comienzo con un buen final, pues de él también se dice que: “Estando en tal aflicción, imploró al Señor, Dios de sus antepasados, y se humilló profundamente ante él. Oró al Señor, y él escuchó sus súplicas y le permitió regresar a Jerusalén y volver a reinar. Así Manasés reconoció que solo el Señor es Dios” (2 Crónicas 33:11-13), actitud que matiza un poco su malvada conducta anterior
Estando en aflicción, imploró al Señor
“En contra de lo esperado, Manasés es tristemente célebre como el peor rey de todos, pero también es recordado por su oración de arrepentimiento”
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