El determinismo consiste en la creencia en que nuestros actos no están determinados por nuestra voluntad realmente, sino que se encuentran condicionados y determinados por estímulos ajenos a ella que se hallan más allá de nuestro control, tales como nuestra genética y nuestro medio ambiente, haciendo del albedrío humano una ilusión tan sólo y dejando sin piso el proceso de deliberación, decisión y responsabilidad que nos cobija a todos sin excepción y que nos obliga a dar cuenta de nuestros actos. Pero el hecho de que haya personas malvadas a pesar de haber tenido buenos padres y mentores y haber recibido una buena crianza es un desafío para el determinismo que no logrará explicar nunca de manera convincente este tipo de casos. Y ni hablar del caso contrario, es decir los padres malvados que dan mal ejemplo y mala crianza a sus hijos y, a pesar de eso, tienen buenos hijos que no siguen sus pasos. Ese fue el caso del rey Josías de Judá, hijo de Amón, calificado abiertamente como un mal rey, y nieto a su vez de Manasés, considerado el peor de todos los reyes de Israel y de Judá. Con todo y ello de él se dice que: “Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar; reinó en Jerusalén treinta y un años. Su madre era Jedidá hija de Adaías, oriunda de Boscat. Josías hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el buen ejemplo de su antepasado David; no se desvió de él en el más mínimo detalle” (2 Reyes 22:1-2), a tal punto que Josías es declarado, entre los únicos cuatro reyes buenos de Judá que lo fueron de principio a fin, como el mejor de todos ellos
El mejor rey de todos
“El rey Josías demostró que la voluntad humana no está conducida por la inercia y por los condicionamientos que nuestras circunstancias nos imponen”
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