La vida actual es un periodo de prueba, un pequeño paréntesis o perturbación provisional en la trama total de la eternidad. Sin embargo, precisamente por eso, las decisiones que tomemos en el curso de ella son importantes, pues ellas determinan no solo nuestro bienestar temporal sino nuestro destino eterno, pues es desde ahora que comenzamos a construir el carácter personal que seguiremos desarrollando, para bien o para mal, después de la muerte por toda la eternidad. Por eso, en aras de comenzar a construir este carácter desde ahora y cosechar también desde ahora anticipos y abrebocas de las bendiciones eternas a las que aspiramos, es fundamental tomar buenas decisiones en el curso de nuestras vidas actuales en el marco de lo que la Biblia llama “la batalla de la fe”. Y una de las estrategias y decisiones más sabias que podemos tomar es tener en cuenta a Dios y lo que Él nos indica en Su Palabra bajo la guía de Su Espíritu para poder librar nuestras propias batallas con eficacia, como lo hacía David: “Así que David volvió a consultar a Dios y éste respondió: ꟷNo los ataques de frente, sino rodéalos hasta llegar a los árboles de bálsamo y entonces atácalos por la retaguardia. Tan pronto como oigas un ruido como de pasos sobre las copas de los árboles, atácalos, pues eso quiere decir que Dios va al frente de ti para derrotar al ejército filisteo” (1 Crónicas 14:14-15), en línea con la declaración concluyente hecha por Salomón: “Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles. Si el Señor no cuida la ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes” (Salmo 127:1)
En vano se esfuerzan y hacen guardia
"De nada sirven las estrategias bien pensadas en las batallas de la vida si Dios no las secunda y marcha delante de nosotros para darnos la victoria”
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