A la muerte de Josías las invasiones y destrucciones llevadas a cabo por el rey Nabucodonosor de Babilonia contra el reino de Judá comenzaron a sucederse en tres oleadas diferentes, cada una más severa que la anterior, que culminaron en la destrucción del templo y la ciudad de Jerusalén en el año 587 a. C. y la deportación de todos sus habitantes que sobrevivieron a la invasión. Dado que estas invasiones comenzaron en el año 606 a. C. Judá estuvo subyugada durante sus casi últimos 20 años por reyes subordinados a los poderes extranjeros que se disputaban su dominio, como el faraón Necao de Egipto y el rey Nabucodonosor de Babilonia, enfrascados en guerra por el control del Medio Oriente que obtuvo finalmente Nabudonosor: “Durante el reinado de Joacim, lo atacó Nabucodonosor, rey de Babilonia, y lo sometió durante tres años, al cabo de los cuales Joacim decidió rebelarse. Entonces el Señor envió contra Joacim bandas armadas de babilonios, arameos, moabitas y amonitas. Las envió contra Judá para destruir el país, según la palabra que el Señor había dado a conocer por medio de sus siervos los profetas. De hecho, esto sucedió a Judá por orden del Señor, para apartar al pueblo de su presencia por los pecados de Manasés y por todo lo que hizo, incluso por haber derramado sangre inocente, con la cual inundó a Jerusalén. Por lo tanto, el Señor no quiso perdonar” (2 Reyes 24:1-4). Situación política de sometimiento a poderes extranjeros tiránicos que fue el resultado anunciado del dominio creciente que el pecado venía ejerciendo sobre toda la nación
El Señor envió bandas armadas
“El dominio político y tiránico sufrido por el pueblo de Dios a manos de otros pueblos es el simple resultado del dominio del pecado sobre ellos”
Deja tu comentario