El epílogo del libro de Job, luego de que Dios finalmente se manifiesta de forma personal al patriarca, no para responder sus requerimientos, sino para cuestionarlo y abrumarlo con un cúmulo de preguntas que buscaban hacerlo consciente de su ignorancia y de la improcedencia de sus propios cuestionamientos hacia Él; llevó a Job a retractarse humildemente de lo dicho y a arrepentirse de ello, satisfecho y agradecido simplemente por el hecho de que Dios se hubiera dignado a hacer presencia y a manifestarse personalmente a él. Si embargo, aquí no terminó todo, pues enseguida leemos que: “Después de haber orado Job por sus amigos, el Señor lo hizo prosperar de nuevo y le dio dos veces más de lo que antes tenía” (Job 42:10). En efecto, en el cierre del libro se nos informa que: “El Señor bendijo más los últimos años de Job que los primeros…” (Job 42:12), devolviéndole con mayor abundancia todo lo que había perdido en el curso de su dura prueba y brindando así un modelo para la vida del creyente fiel que ꟷal igual que Job y al margen de sus similares, pero siempre respetuosos y comprensibles cuestionamientos hacia Diosꟷ, no reniega de Dios sino que, a semejanza del patriarca: “A pesar de todo esto, Job no pecó ni le echó la culpa a Dios… A pesar de todo esto, Job no pecó ni de palabra” (Job 1:22; 2:10), y persevera así en la fe en medio de la prueba. Un modelo en el que Dios se compromete a devolver a los Suyos, ahora en este tiempo, o después en Su reino, mucho más de lo que hayamos perdido en el curso de esta vida en ejercicio de la fe
El doble de lo que tenía
"La restauración de Dios para con los Suyos nos devuelve con creces ahora o después lo que hemos perdido en el curso de nuestras vidas en este mundo”
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