Dios no lo salvará

Los no creyentes exitosos en el mundo, que tienen todo lo que se podría desear en abundancia: solvencia económica, salud, fama o reconocimiento social y familias bien constituidas, todo lo cual se han labrado “a pulso”, mediante sus propios esfuerzos y méritos; así como también un buen número de creyentes en la iglesia con vidas aparentemente perfectas en virtud de su fe y obediencia y la consecuente y proclamada bendición plena de Dios sobre sus vidas, suelen mirar con lastimoso menosprecio o velado desprecio y actitud condenatoria a quienes están muy lejos de estos estándares, ya sea en el mundo o dentro de la misma iglesia, olvidando en ambos casos que: “Dios escogió lo insensato del mundo… lo débil del mundo… lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada…” (1 Corintios 1:27-28). Los no creyentes ven entonces despectivamente a la iglesia como “perdedores” que necesitan de Dios y de la muleta de la fe para poder navegar a flote por la vida y los creyentes “obedientes” y consecuentemente “bendecidos” olvidan en muchos casos su propio pasado ominoso y vergonzoso del que fueron rescatados, negando ahora la posibilidad de salvación a quienes se hallan sumidos en el fracaso y la vergüenza, como le sucedía al rey David en los peores momentos de su vida, según lo leemos de su propia pluma cuando oraba así: “Muchos son, Señor, mis enemigos; muchos son los que se me oponen, y muchos los que de mí aseguran: «Dios no lo salvará»” (Salmo 3:1-2), viendo al final cómo sus pronósticos son felizmente contrariados por Dios