Cuando Dios prometió a David que afirmaría el trono de su reino para siempre, cumplió esta promesa antes que nada con la primera venida de Cristo: “… quien según la naturaleza humana era descendiente de David” (Romanos 1:3). El cumplimiento de esta promesa no es, pues, propiamente la restauración terrenal del trono de David, sino el anuncio del reinado de Cristo en la tierra, iniciado desde su primera venida para reinar desde entonces en los corazones de los redimidos en la iglesia, establecido ya de forma definitiva también en sus aspectos políticos con su segunda venida para instaurar las condiciones del shalom de Dios en la tierra, descrito por Cornelius Plantinga Jr. de este modo: “El entretejido íntimo formado por Dios, los seres humanos y toda la creación en justicia, plenitud y deleite es lo que los profetas hebreos llamaron shalom… En la Biblia, shalom significa florecimiento, integridad, y deleite universales, una situación pletórica en la que se satisfacen las necesidades naturales y se utilizan con provecho los dones naturales; una situación que nos inspirará un asombro gozoso ante el Creador y Salvador que abre puertas y acoge a las criaturas en las que se deleita. Shalom, en otras palabras, es como deberían ser las cosas”, descripción afín con la más poética que hallamos en la Biblia del reinado de Cristo:“Que viva el rey como el sol y como la luna, a través de las generaciones. Que sea como la lluvia que cae sobre un campo segado, como los aguaceros que empapan la tierra. Que en sus días florezca la justicia, y que abunde la paz, hasta que la luna deje de existir” (Salmo 72:5-7)
Como lluvia sobre un campo segado
"La descripción bíblica del reinado de la dinastía de David es de tales características que únicamente hallarán cumplimiento literal con Cristo”
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