Decía Samuel Storms que: “No es muy inteligente establecer una distinción entre lo que Dios hace a través de personas que tienen dones, y lo que hace sin ellos”. En efecto, si bien la teología distingue entre Dios: la Causa primera y las causas segundas, que comprenden a su creación junto con todas las criaturas que la conformamos, incluyendo a los seres humanos y a los ángeles con especialidad; a la hora de hacer atribuciones precisas sobre cuál de estas causas pueden ser más determinantes en el acontecer de los sucesos particulares del universo y en el desenvolvimiento de la historia humana, es muy difícil seguir manteniendo esta distinción por el simple hecho de que, como lo dice la Confesión de Fe de Westminster, con todo y que Dios: “en su providencia ordinaria, hace uso de medios”, también: “es libre de obrar sin ellos, por encima de ellos y contra ellos, según le plazca”. Y es muy difícil saber a ciencia cierta en la vida práctica de qué modo, dentro de esta diversa gama de posibilidades, Dios está obrando en un momento dado, como por ejemplo cuando: “los oficiales se plantaron en medio del campo y lo defendieron, derrotando a los filisteos…”, agregando enseguida:“… Así el Señor los salvó y les dio una gran victoria” (1 Crónicas 11:14), en donde vemos que lo hecho por los oficiales fue también, en algún sentido, atribuible a Dios influyendo decisivamente sobre ellos, pero sin violentar su libertad y responsabilidad al respecto de un modo coactivo o coercitivo. Por eso al final el crédito de todo lo bueno que logremos es, de un modo u otro, crédito de Dios
Causas y efectos
“Nuestras capacidades, habilidades y talentos naturales o adquiridos no pueden nunca relegar y opacar la decisiva participación de Dios en el asunto"
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