El cronista identifica a cuatro reyes de Judá que hicieron lo bueno sin reservas: Asá, su hijo Josafat, y los reyes Ezequías y Josías. Jotán es el quinto de ellos de quien, si bien el juicio favorable a él es un poco más modesto que hacia los anteriores cuatro, no se señala tampoco nada malo que hubiera cometido. Con todo, se nos informa que: “Jotán hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el buen ejemplo de su padre Uzías; pero a diferencia de su padre, no entró en el Templo del Señor. El pueblo, por su parte, continuó con sus prácticas corruptas” (2 Crónicas 27:2). Así, vemos aquí dos cosas que ilustran los matices que Dios tiene de cualquier modo en cuenta para enseñarnos a no verlo todo en blanco y negro, de manera simplista, como suele ser la tendencia en la iglesia con sus juicios rotundos y terminantes. En efecto, en primer lugar y a pesar de que Jotán hizo lo que agrada a Dios, el pueblo por él gobernado siguió con sus prácticas corruptas, pues un buen gobernante puede ser una buena influencia sobre el pueblo, pero no puede transformar el carácter del pueblo en general ni hacerse responsable de él, por lo que al final cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo. Y en segundo lugar, que al igual que su padre Uzías había seguido al comienzo de su reinado el buen ejemplo de su abuelo Amasías, Jotán tuvo la capacidad de enfocarse en este buen ejemplo de su padre y de su propio abuelo para imitar su conducta en estos periodos de sus vidas y no en lo malo que ambos hicieron hacia el final de ellas, filtrando esto último y desechándolo con éxito
Blanco y negro o matices
“Debemos tener la capacidad de ver los matices de las cosas y no irnos a los extremos de las condenaciones rotundas y terminantes de todo y todos”
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