Los poderes espirituales que se remontan por encima del funcionamiento habitual de la naturaleza pueden ser de carácter excepcional, pero son reales y producen efectos visibles y significativos, a despecho del naturalismo científico que opta por negarlos al no poder explicarlos. Tanto Dios, como las entidades espirituales de carácter personal que la Biblia designa como ángeles, incluyendo, por supuesto, a los ángeles caídos o demonios, ejercen estos poderes eventualmente. Pero el poder de Dios será siempre incomparablemente superior al de los ángeles caídos o demonios que se le oponen, como queda claro en la confrontación entre Moisés y los magos del faraón: “Cada uno de ellos arrojó su vara al suelo, y cada vara se convirtió en una serpiente. Sin embargo, la vara de Aarón se tragó las varas de todos ellos…”, además de que los poderes del mal no pueden resolver ni dar alivio a las problemáticas que afectan dolorosamente a los hombres, según lo leemos también en la impotencia de los magos para revertir las plagas enviadas por Dios a los egipcios, que tan solo pudieron reproducir pobremente, agravando el problema que deberían haber resuelto: “… Moisés y Aarón cumplieron las órdenes del Señor. En presencia del faraón y de sus funcionarios, Aarón levantó su vara y golpeó las aguas del Nilo. ¡Y toda el agua del río se convirtió en sangre!… Sin embargo, mediante sus artes secretas los magos egipcios hicieron lo mismo, de modo que el faraón endureció su corazón y, tal como el Señor lo había advertido, no les hizo caso ni a Aarón ni a Moisés” (Éxodo 7:12, 20, 22)
Aarón levantó su vara
“Los poderes de la oscuridad serán siempre inferiores al poder de Dios e incapaces, además, de brindar alivio verdadero a quienes acuden a ellos”
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