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A los cuáles Dios había destruido

“Es una clara necedad colocar nuestra confianza en instancias, personas o recursos que ya han defraudado previamente a quienes confiaron en ellas”

La incoherente necedad del pueblo de Israel en general, y del Reino del Norte en particular es descrita así por el autor sagrado: “Pero fueron infieles al Dios de sus antepasados, pues se prostituyeron al adorar a los dioses de los pueblos de la región, a los cuales Dios había destruido delante de ellos. Por eso el Dios de Israel incitó contra ellos a Pul, es decir, a Tiglat Piléser, rey de Asiria. Este deportó a los rubenitas, los gaditas y a la media tribu de Manasés, llevándolos a Jalaj, Jabor, Hará y al río Gozán, donde permanecen hasta hoy” (1 Crónicas 5:25-26). En efecto, en el avance irresistible del Imperio Asirio en el medio oriente desde Mesopotamia hasta Egipto, todos los pueblos y naciones que halló en su camino fueron derrotados por su ejército y sometidos a su dominio, entre otras cosas porque Dios así lo había determinado y permitido para ejercer su juicio disciplinario sobre Israel o el Reino del Norte. Pero la necia incoherencia de sus miembros, desde los reyes hasta el pueblo raso, fue no sólo abandonar sus lealtades para con Dios traicionando así el pacto suscrito con Él, que era Quien los había establecido en sus territorios y los había respaldado y fortalecido para derrotar a pueblos y naciones más fuertes que ellos, sino adicionalmente, volcar su confianza para colocarla en los dioses de pueblos cuya confianza en estos mismos dioses no los había podido librar de la derrota y humillación ante el poderío asirio, demostrando de este modo su impotencia a este respecto y para cualquier otro propósito con el que fueran invocados por sus necios y engañados seguidores

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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