La virtud cristiana del contentamiento, entendida tal y como la definía Kathleen Sutton en acertado juego de palabras, diciendo que: “cuando no se puede tener lo que se quiere es hora de querer lo que se tiene”, es más difícil de cultivar en la actual época de consumismo desbordado. Un consumismo que suele incentivar el endeudamiento más allá de nuestras capacidades de pago, situación agravada por las elevadas tasas de interés por parte del sistema financiero. Y adicionalmente, esta fiebre consumista también puede llevarnos a sacrificar nuestros principios en aras del rápido enriquecimiento mediante actividades ilícitas de alto riesgo de todo tipo, como sucede en las naciones en vías de desarrollo que heredaron la doble moral propia de las potencias colonizadoras que las gobernaron, siendo éste el caso de las naciones sudamericanas en las que impera lo que la sociología ya designa como “la cultura del pícaro” en alusión a la picaresca española, que ha terminado sumiendo a sus pueblos en la miseria producto de la corrupción endémica de sus gobernantes y buena parte de su población y la violencia de las grandes mafias delincuenciales generadoras de toda clase de depredación. Debemos, pues, recordar que: “Más vale lo poco de un justo que la abundancia de muchos malvados” (Salmo 37:16) y que tendríamos que aprender a vivir con modestia y frugalidad, pues: “… gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento”(1 Timoteo 6:6 RV1960), por lo que: “… si tenemos ropa y comida, contentémonos con eso” (1 Timoteo 6:8)
Más vale lo poco de un justo
"La virtud cristiana del contentamiento es menos difícil de cultivar cuando tenemos en cuenta que es mejor poco con justicia que mucho con maldad”
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