En el entramado conformado por el tiempo y la eternidad, Dios contempla todos los momentos de nuestra vida y todas las posibles conexiones entre ellos en un solo vistazo, como un eterno presente, aunque en nuestro marco temporal estos sucedan de manera lineal, uno después del otro. Dios conoce en un solo golpe de vista todas las posibilidades, probabilidades y necesidades de nuestra vida entera e interviene sabia y sutilmente en esta compleja e intrincada trama para conducirnos a donde ha prometido llevarnos, aunque para nosotros, que solo contemplamos el momento presente, éste pueda no tener sentido, sobre todo cuando enfrentamos adversidades y aflicciones que prueban nuestro carácter y que no logramos entender o que son el producto de la disciplina de Dios sobre nosotros, precisamente para moldear nuestro carácter. Estos momentos pueden prolongarse demasiado y parecer no tener fin mientras nos hallamos en medio de ellos. Pero luego, cuando los hemos finalmente superado y los miramos retrospectivamente asumiendo una perspectiva más amplia para considerar toda nuestra vida, llegamos con el rey David a la conclusión de que: “Porque solo un instante dura su enojo, pero su buena voluntad, toda una vida. Si por la noche hay llanto, por la mañana habrá gritos de alegría” (Salmo 30:5), confirmando así de forma consoladora y esperanzadora que: “El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor. No sostiene para siempre su querella ni guarda rencor eternamente” (Salmo 103:8-9)
Por la mañana habrá gritos de alegría
"Únicamente después, cuando logramos verlo en la perspectiva correcta, nos daremos cuenta de que la bondad de Dios no es proporcional a su enojo”
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