Una sola cosa pido al Señor

Uno de los asuntos en el que de seguro todos hemos dejado volar nuestra imaginación más de una vez en el curso de nuestras vidas es preguntarnos qué pediríamos y desearíamos en el caso de que se nos ofreciera la oportunidad de obtener, como por arte de magia, lo que más anhelamos en esta vida. Ciertamente, ésta sería una decisión muy difícil que tendríamos que pensar muy bien y la cultura popular está llena de historias como la de Aladino y el genio de la lámpara en las que la realización de nuestros más profundos y sentidos deseos no ha resultado ser lo que esperábamos y nos trae más infelicidad de la que pretendíamos aliviar al formular estas peticiones puntuales. Muy seguramente, una de las cosas más ajenas y alejadas de nuestras consideraciones en estos hipotéticos casos sería la petición expresada por el rey David en estos reveladores términos: “Una sola cosa pido al Señor y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y buscar orientación en su Templo” (Salmo 27:4). Estar en la presencia continua de Dios encontrando en la visión de Su gloria, santidad y excelencias ꟷes decir la llamada “visión beatífica” o contemplación directa de Dios que los místicos cristianos equipararon al sumum bonum o el “supremo bien” al que podemos y debemos aspirar en esta vidaꟷ, el sentido más auténtico de la vida humana y la guía y orientación para entender el propósito de nuestra existencia, llevando a cabo las acciones correctas para salvar nuestra responsabilidad en este mundo