La palabra hebrea néphesh, traducida usualmente al español como “alma”tiene en realidad multitud de significados, dependiendo del contexto.Etimológicamente puede significar “aliento”, “vitalidad”, “respiración”, “garganta”, entendidos todos estos términos como manifestación de la vitalidad del cuerpo, por lo que “alma” no se refiere necesariamente al componente vital inmaterial del ser humano con independencia del cuerpo. En realidad, dependiendo del contexto, su traducción más apropiada puede ser en algunos casos “ser, animal, ser viviente”, “vida” “sangre”, “persona” e incluso “garganta” o “cuello”. De hecho, en el Antiguo Testamento, el alma es inseparable del ser humano completo y no se distingue sustancialmente de él. Así, pues, las distinciones entre alma y cuerpo e incluso “espíritu”, se insinúan e indican con mayor claridad en el Nuevo Testamento, en donde ya la encontramos como una referencia al componente inmaterial de la vida humana, y particularmente a la psiquis del hombre designada mediante la palabra griega psijé, la raíz del adjetivo psiquikós con el que Pablo identifica y describe en 1 Corintios 2:14 al no creyente, es decir el “hombre natural” (RVC) o la “persona mundana” (BLP) que no tiene al Espíritu de Dios con él, por contraste con el creyente en quien el Espíritu de Dios habita, designado a su vez como el hombre “espiritual” o pneumatikós (en alusión al pneuma o espíritu). Por todo lo anterior, cuando en el Antiguo Testamento el rey David ora diciendo: “A ti, Señor, elevo mi alma” (Salmo 25:1), está elevando su ser entero a Dios
A ti, Señor, elevo mi alma
"El alma no es en la Biblia propiamente el elemento inmaterial del ser humano, a semejanza del espíritu, sino la totalidad de la vida de la persona”
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