Apoyado en la Biblia, el teólogo R. C. Sproul sostenía que: “Creemos que los verdaderos cristianos pueden caer grave y radicalmente. No creemos que puedan caer total y finalmente” en lo que se conoce como la doctrina de “la seguridad de la salvación”. Las caídas a las que aquí se refiere son, por supuesto, en primera instancia, las que tienen que ver con el pecado en el marco de nuestras vidas temporales en este mundo y el correspondiente ejercicio de nuestra libertad de una manera más o menos responsable. Pero también puede aludir a las condiciones de vida difíciles en que un cristiano puede caer, ya sea como producto de su pecado a la manera de dolorosa disciplina correctiva, o incluso al margen de él en medio de las pruebas a las que podemos estar sometidos en el curso de nuestra existencia. En cualquier caso, sea que nuestra lastimosa condición proceda de nuestro pecado y sus consecuencias y la disciplina divina ejercida sobre nosotros, o de las pruebas a las que eventualmente podemos estar sometidos en el curso de nuestras vidas, el punto es que en cualquiera de los dos casos ꟷy una vez surtido el arrepentimiento, la confesión y la corrección requeridas en el primer casoꟷ, Dios no se deleita en dejarnos hundidos en esta condición de postración, sino que a la postre, más temprano que tarde, ahora o después: “Él levanta del polvo al pobre y saca del basurero al necesitado; para hacerlos sentar entre príncipes, entre los príncipes de su pueblo. A la mujer estéril le da un hogar y le concede la dicha de ser madre de hijos. ¡Aleluya!” (Salmo 113:7-9)
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