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Vida eterna o confusión perpetua

“La resurrección de Cristo es la prueba que establece que nuestra vida no concluye con la muerte sino con nuestro destino eterno”

Existe un hecho inquietante que ni la ciencia ni el pensamiento secular pueden explicar: nuestro anhelo de eternidad. La ciencia no puede explicar por qué nosotros, siendo seres finitos y limitados en el tiempo como el resto de seres vivos sobre la tierra, no nos limitamos y conformamos, como ellos, a nacer, crecer, multiplicarnos y morir. La única explicación para este anhelo universal al que buena parte de la sociedad actual descreída ha venido renunciando por simple resignación, al haber desechado la revelación de Dios en la Biblia y en Jesucristo, es que no fuimos creados para que todo concluya con la muerte y nada más. El ya fallecido teólogo protestante alemán Karl Barth, el más importante del siglo XX, fue portada de la revista Time en abril 20 de 1962 acompañado de la siguiente declaración que resumía el contenido del artículo central. Decía él que: “la meta de la vida humana no es la muerte, sino la resurrección”. La muerte no es el fin, pues con la muerte no termina todo. Más bien, continúa, hasta que todos, tarde o temprano, volvamos a la vida, como lo anunció ya con claridad el profeta Daniel al revelarnos que: “… del polvo de la tierra se levantarán las multitudes de los que duermen, algunos de ellos para vivir por siempre, pero otros para quedar en la vergüenza y en la confusión perpetuas” (Daniel 12:2). Todos, por tanto, volveremos a vivir en nuestros cuerpos al final de los tiempos, pero lamentablemente, no todos para disfrutar de la dicha de la vida eterna, sino una buena parte, los no creyentes, para vivir en vergüenza y confusión perpetuas.

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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