Desde la caída en pecado, la humanidad ha tenido una arraigada inclinación a acudir a los pretextos y las excusas para intentar justificar, o al menos atenuar, nuestras faltas, sin tener que reconocer nuestra culpabilidad al respecto. Adán y Eva lo hicieron así cuando Dios les pidió cuentas de sus actos y, desde entonces, todos lo hemos seguido haciendo en mayor o menor grado hasta el día de hoy. El creyente debería, entonces, distinguirse por ser alguien capaz de reprimir este impulso natural y callar ante Dios sin intentar argumentar y justificarse en vano delante de Él, procediendo rápidamente a la confesión y el arrepentimiento humilde para restaurar su relación con Dios en los mejores términos, reconociendo y aceptando sus faltas en silencio, como lo recomiendan repetidamente los autores sagrados, incluyendo al salmista: “Guarda silencio ante el Señor, y espera en él con paciencia…” (Salmo 37:7), y al profeta Jeremías: “Es mejor esperar en silencio a que el Señor nos ayude. Es mejor que el hombre se someta desde su juventud. El hombre debe quedarse solo y callado cuando el Señor se lo impone” (Lamentaciones 3:26-27). Pero es Pablo quien lo reitera de manera tajante al decir: “Ahora bien, sabemos que todo lo que dice la ley, lo dice a quienes están sujetos a ella, para que todo el mundo se calle la boca y quede convicto delante de Dios” (Romanos 3:19), pero no para abandonarnos en este punto, sino para dejarnos expectantes con el fin de añadir finalmente, de manera concluyente y esperanzadora: “En una palabra, Dios ha permitido que todos seamos rebeldes para tener compasión de todos” (Romanos 11:32 BLPH).
Una sarta de excusas
20 noviembre, 2022
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“Si existe un tiempo para callar es cuando comparecemos ante Dios y sentimos el impulso de justificarnos con una sarta de excusas”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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