Un ídolo no es nada

Si los cristianos fueron acusados de ateísmo por los paganos no fue a causa de que negaran la realidad absoluta del único Dios vivo y verdadero, sino a que negaban la divinidad a los muchos dioses paganos de las mitologías antiguas. Ahora bien, esta negación no implica necesariamente negar la existencia de otras eventualmente poderosas entidades espirituales e inmateriales diferentes a Dios, sino únicamente negarles la absurda pretensión de estar en plano de igualdad con Él, en la medida en que todas ellas, por poderosas que sean, no son más que criaturas que contrastan con el Creador y no pueden ni remotamente rivalizar con Él. De hecho, la Biblia nos revela también la existencia de entidades espirituales poderosas de carácter personal a las que designa como “ángeles”, incluyendo a los que se rebelaron contra Dios a instancias del primero de ellos, el diablo o Satanás, y llegaron a convertirse en los demonios o espíritus inmundos de los que da cuenta también la Biblia y todas las tradiciones religiosas de la historia humana, que urden maquinaciones perversas en contra de Dios y de sus planes de bienestar para la humanidad en general, comenzando por su intento de suplantar a Dios, a lo que Pablo replica: “… sabemos que un ídolo no es absolutamente nada, y que hay un solo Dios. Pues aunque haya los así llamados dioses, ya sea en el cielo o en la tierra (y por cierto que hay muchos «dioses» y muchos «señores»), para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, de quien todo procede y para el cual vivimos; y no hay más que un solo Señor, es decir, Jesucristo, por quien todo existe y por medio del cual vivimos” (1 Corintios 8:4-6)