Agustín apelaba a Dios de este modo: “¡Dadme lo que mandáis, y mandad lo que queráis!”. Con esta frase Agustín quería indicar que, antes de pretender obedecer los mandatos de Dios con la consistencia e integridad por Él requerida, Dios mismo debería entonces darnos la capacidad o facultad para poder hacerlo así, pues en nuestra actual condición caída carecemos de ella y si Dios no nos dota de este modo, seremos siempre impotentes para obedecerlo como es debido, por mucho que deseemos hacerlo, pues no podemos obtener este poder por nosotros mismos, si Dios en Su gracia no nos lo concede. Y es que, en efecto, Dios es justo, y como tal no nos ordena algo para lo cual no nos ha dado antes los recursos y medios para cumplirlo, como de hecho lo hace en el evangelio de Cristo, en el cuál y por el cual Él otorga antes de pedir, obsequiando generosamente sus dones, para solo entonces demandar de nosotros de manera más que razonable la respuesta adecuada y el fruto correspondiente. Es por eso que, por contraste con la declaración del Señor en el sentido de que separados de Él no podemos hacer nada (Juan 15:5), Pablo afirma con convicción: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13), declaración que no significa que, como cristianos, podamos hacer todo lo que se nos antoje o nos propongamos hacer, como lo interpretan de manera equivocada algunas personas sacándola de contexto, sino que Dios nos da el poder para sobrellevar como debemos las diferentes circunstancias buenas o malas que la vida nos depara, sobreponiéndonos a ellas para no dejar de obedecerlo
Todo lo puedo en Cristo
“El ser humano sin Cristo no quiere ni puede, pero el ser humano con Cristo ya no sólo llega a querer, sino que también puede”
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