Rasgarse las vestiduras

En la antigüedad la acción de rasgarse literalmente las vestiduras denotaba una señal de luto, de lamento y de desgracia, como la llevada a cabo por Jacob al ser engañado por sus hijos haciéndole creer que José, su hijo más amado, había sido devorado por un animal salvaje: “Y Jacob se rasgó las vestiduras, se vistió de luto y por mucho tiempo hizo duelo por su hijo” (Génesis 37:34) y luego por sus propios hijos al descubrir la copa de su hermano José, a quien aún no habían reconocido, escondida de manera calculada por él mismo entre su provisiones para ponerlos a prueba, reteniendo a Benjamín, pues todos ellos sabían las nefastas implicaciones que esto tendría para ellos: “Al ver esto, los hermanos de José se rasgaron las vestiduras en señal de duelo y, luego de cargar sus asnos, volvieron a la ciudad” (Génesis 44:13). Para la época del Nuevo Testamento aún conservaba este significado, como cuando los apóstoles Bernabé y Pablo lamentaron la grosera idolatría de los habitantes de Listra que trataron de ofrecerles sacrificios, como si fueran dioses, llamando a Bernabé Zeus, y a Pablo Hermes, ante lo cual ellos reaccionaron así: “Al enterarse de esto los apóstoles Bernabé y Pablo, se rasgaron las vestiduras” (Hechos 14:14). Pero al mismo tiempo, la naturaleza gráfica y aparatosa de esta acción se prestó para que se convirtiera en un acto calculado y efectista de ostentosa hipocresía, como sucedió en Mateo 26:65 al acusar a Cristo de blasfemia para poder ejecutarlo: “ꟷ¡Ha blasfemado! ꟷexclamó el sumo sacerdote, rasgándose las vestidurasꟷ… ¡Miren, ustedes mismos han oído la blasfemia!”