Moisés no era elocuente, razón por la cual trató de disculparse con Dios y declinar el llamado y la designación que Él le hizo como libertador de Israel: “ꟷSeñor, yo nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra ꟷobjetó Moisésꟷ. Y esto no es algo que haya comenzado ayer ni anteayer, ni hoy que te diriges a este servidor tuyo. Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar…” a lo cual Dios le respondió: “… ꟷ¿Y quién le puso la boca al hombre?… ¿Acaso no soy yo, el Señor, quien lo hace sordo o mudo, quien le da la vista o se la quita? Anda, ponte en marcha, que yo te ayudaré a hablar y te diré lo que debas decir. ꟷSeñor ꟷinsistió Moisésꟷ, te ruego que envíes a alguna otra persona. Entonces el Señor ardió en ira contra Moisés y le dijo: ꟷ¿Y qué hay de tu hermano Aarón, el levita? Yo sé que él es muy elocuente…” (Éxodo 4:10-14). Así, podemos estar seguros de que cuando Dios nos comisiona para algo, nos dará también los recursos y capacidades para cumplir a satisfacción con lo encomendado. Los apóstoles eran hombres sin estudio, pero sorprendieron a sus contradictores con su elocuencia: “Los gobernantes, al ver la osadía con que hablaban Pedro y Juan, y al darse cuenta de que eran gente sin estudios ni preparación, quedaron asombrados y reconocieron que habían estado con Jesús” (Hechos 4:13), conforme a la promesa del Señor: “»Cuando los lleven a comparecer ante las sinagogas, los gobernantes y las autoridades, no se preocupen de cómo van a defenderse o qué van a decir, porque en ese momento el Espíritu Santo les enseñará lo que deben responder»” (Lucas 12:11-12)
¿Quien le puso la boca al hombre?
“Cuando Dios nos escoge para algo, nos otorga los medios para hacerlo bien y suplir con suficiencia nuestras carencias o debilidades al respecto”
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