En su omnisciencia Dios conoce exhaustivamente todas las posibilidades y las probabilidades que se nos presentarán en el curso de nuestra existencia antes de que éstas surjan o sucedan. Pero entre todas ellas y sin perjuicio del albedrío que Él también nos concede para que nosotros mismos elijamos las que deseemos concretar, emprendiendo acciones en esa dirección y responsabilizándonos de ellas; Dios determina la realización segura de algunas de ellas que considera fundamentales para el cumplimiento de Sus propósitos en nuestras vidas y, por nuestro intermedio, en la historia humana, interviniendo decididamente para que éstas tengan lugar. Así, desde la óptica de Dios y en ejercicio de su soberanía hay ciertos hechos puntuales de la historia que no son simplemente posibilidades o probabilidades, sino necesidades que se cumplirán con o sin nuestro concurso individual y contra viento y marea, pues Dios así lo ha determinado, para tranquilidad de los suyos en cuanto a la realización final de Su voluntad, buena, agradable y perfecta en el mundo, pues: “El Señor Todopoderoso ha jurado: «Tal como lo he planeado, se cumplirá; tal como lo he decidido, se realizará. Destrozaré a Asiria en mi tierra; la pisotearé sobre mis montes. Mi pueblo dejará de llevar su yugo; ya no pesará esa carga sobre sus hombros.» Esto es lo que he determinado para toda la tierra; ésta es la mano que he extendido sobre todas las naciones. Si lo ha determinado el Señor Todopoderoso, ¿quién podrá impedirlo? Si él ha extendido su mano, ¿quién podrá detenerla?” (Isaías 14:24-27)
Posibilidades, probabilidades y determinaciones
“Dios sabe todo lo que es posible y probable en nuestra vida, pero es Él quien al final determina lo que es necesario en ella”
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